Cuando se llega finalmente al punto de las crisis es el momento de perfilar soluciones. La comprensión y aceptación de la existencia de los conflictos y las crisis es clave para continuar con el proceso de la búsqueda de alternativas que nos devuelvan a un puerto seguro.
Las crisis siempre son graves, y lo son no necesariamente por las consecuencias que se puedan derivar de ellas, cuyas dimensiones pueden ir desde lo insignificante hasta lo catastrófico; y no solo para los involucrados, hasta para las comunidades y la sociedad en general. Y son graves, sencillamente porque lo son para el observador que las padece. (llamaremos observador al individuo o institución involucrados en crisis).
El tamaño de los problemas y las consecuencias de los mismos son importantes, por supuesto que sí. Pero no son más que las manifestaciones externas, aquellas que son medibles, sistematizables, sujetas a los cálculos que nos ofrecen todas las herramientas actuales en términos científicos, técnicos, estadísticos, comunicacionales o incluso clínicos.
Lo fundamental aquí es entender que no basta con tener a disposición las herramientas mencionadas, se tengan o no. Sencillamente porque la existencia de los medios, sean cuales fueren, no garantiza los resultados por mucha destreza que se tenga para su uso. El punto aquí es la fuente de las decisiones. Entrar en crisis significa una trasformación coyuntural o permanente de dichas fuentes que son los observadores individuales, los grupos de observadores que enfrentan una situación o situaciones comunes, o un observador institucional que obedece a normas o estatutos asociados con sus propósitos y objetivos sociales.
La primera trasformación es la que proviene de la diferencia entre conflicto y crisis. Es decir, de aquella que surge cuando el observador hace un autoreconocimiento al advertir que está ante una situación que se escapa de su control y que, según su observación, le traerá funestas consecuencias. Es cuando el observador siente el vacío -no necesariamente por la carencia de medios- de salidas o alternativas de solución, o, cuando considera, siente, intuye, cree, percibe o sabe que se enfrenta a una situación que va más allá de sus posibilidades.
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El observador arrastra con el peso de los antecedentes del problema; probablemente tenga una mirada critica de sus propias actuaciones en el pasado (omisiones o acciones) o de quienes lo acompañaron en el proceso; quizá esté llevando a cuestas un fuerte resentimiento con quienes considera son sus enemigos o los culpables del grave problema que lo aqueja (búsqueda de culpables ciertos o psicológicos); el observador carga también con aquellos elementos de su pasado personal que su mente asocia con las causas o las consecuencias de la crisis; igualmente, hace cálculos sobre sus expectativas de futuro frustradas por cuenta de la crisis. (lo que hemos llamado antes bajo el título “Conflictos Versus Crisis” los abismos entre lo que perseguimos y lo que efectivamente logramos).
Como conclusión diremos entonces que lo externo, lo fáctico, es el problema, que no es la crisis en sí, la crisis está localizada es en el observador. En su capacidad de interpretar la realidad, de mirar las situaciones tal y como son, sin cargas adicionales; de poner en el presente, libre de condicionamientos inconscientes, el asunto que advierte como crisis; de tomar decisiones inteligentes valorando los recursos de que dispone, calculando de manera acertada las probabilidades de éxito; de recuperar la confianza para manejar situaciones complejas bajo fuerte presiones; de sopesar las decisiones que deban tomarse frente a las consecuencias previsibles; de llegar incluso a ver en su crisis oportunidades aprovechables.
A lo largo del trabajo adelantado por la Corporación Dirime, se ha logrado identificar el potencial de lo que hemos llamado “Él poder del Tercero” para contribuir eficazmente con la solución de crisis.
La sociedad en general y de manera tradicional ha visto el beneficio que trae consigo contar con un tercero para enfrentar los problemas. Un consejero, un amigo de confianza, alguien con autoridad, los padres, los abuelos, los mayores. Esa sabiduría popular ha sido, todos lo sabemos, de gran utilidad en la vida de cada uno de nosotros.
A nivel de crisis, el tercero de confianza ha sido remplazado por consultores de alto o medio nivel, abogados, coaching, médicos, psicólogos o psiquiatras, comunicadores, políticos influyentes, lobistas. Cada uno en su especialidad. Y cada solución sujeta a cada especialidad.
Una versión holística de la fórmula de solución propuesta por nosotros es diferente. A manera de ejemplo, cuando nos enfrentamos a un problema jurídico grave contratamos a un abogado; y eso está bien, pero no es suficiente. Hay otras tareas que atender: acompañar al observador en su situación individual, en su crisis. Acompañarlo para que pueda recuperar su equilibrio, su capacidad de análisis, su centro. Para que vuelva a estar a cargo de sí mismo y no del problema que lo apremia. Solo él sabe integralmente lo que pasó. La técnica jurídica demanda del apoyo de un observador estable que se mantenga alerta, que contribuya con la conducción de los procesos a partir de la realidad que conoce, que recuerda, que asocia fruto de sus observaciones; por otra parte, es necesario contar con un manejo estratégico de las comunicaciones externas e internas; es importante también la administración de los recursos que se dispone, para apoyar la estrategia jurídica o de medios identificando las necesidades, actuando con rigor técnico y cronológico para que los planes se cumplan. El observador debe estar en condiciones de liderar ese proceso, pero necesita del apoyo de un tercero libre de la afectación de las causas o las consecuencias del problema.
Esta descripción aplica para todas las situaciones de crisis. El “Poder del Tercero” desde esta perspectiva, radica en el ofrecimiento de un apoyo integral para quienes quedan inmersos en una crisis. Un apoyo interdisciplinario e intersectorial, coordinado por quienes cuentan con la mayor trayectoria en estos casos, por quienes han aplicado la metodología con éxito, y han sido reconocidos por su experiencia, lealtad con el cliente, confidencialidad y honestidad en el manejo de los asuntos bajo su encargo.
Como podríamos afrontarlos… ¿con valor, con furia, con carácter, con inteligencia, con desprecio? ¿convertimos así los conflictos -en su dimensión abstracta- en enemigos mortales para vencerlos en algún campo de batalla? ¿Y si con ello los hacemos gigantes y hacemos que su poder -que es nuestro propio poder- supere nuestras fuerzas y su solución se escape de nuestras manos?
Obsérvese que estos escenarios son aplicables desde los conflictos que tenemos en nuestro interior hasta aquellos que comprometen procesos a gran escala entre comunidades, países, gobiernos instituciones y un larguísimo etc.
Economista y Sociólogo, especializado en Derecho Penal para No abogados. Ha dedicado gran parte de su vida al estudio, análisis, comprensión y resolución alternativa de conflictos multidimensionales, mediante la aplicación de diversos modelos de comunicación efectiva
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