¿Conflictos versus crísis? (II)

Una pregunta introductoria: ¿Qué sucede cuándo los conflictos que tenemos superan nuestras barreras individuales o colectivas de protección? ¿En que se convierten? ¿Cuáles son las consecuencias?

La línea divisoria entre los conflictos y las crisis no solo es delgada, subjetiva y cambiante, sino difícil de reconocer en medio del fragor de las dificultades cotidianas. ¿Qué podría marcar la diferencia entre los dos estados y qué propósito tiene establecer tal diferencia?

Veamos: el escenario natural de los conflictos es la vida misma, es la dinámica existencial que aparece con el movimiento, el crecimiento y la evolución. Resolver problemas de todo tipo, es la constante que nos imponen los conflictos internos y los que provienen de las demás fuerzas del universo. Nuestra capacidad para vivir está medida por nuestra capacidad para resolver conflictos. Buena parte de nuestros conflictos internos y externos fueron inventados por la mente o se alojan en ella en el fondo del inconsciente.


La mayoría de los conflictos causan sufrimiento, hasta que son resueltos y se convierten en sensaciones de satisfacción, en barreras o retos superados. Así discurre la vida. Con la evolución de nuestra especie ha venido la ciencia, la difusión del conocimiento, la interconexión, nuevas y nuevas herramientas para trabajar, crear, aprender, viajar, soñar y amar. Pero también han llegado los obstáculos más adversos -las ideologías, el poder, la educación, los medios, la publicidad, la violencia, la desigualdad, la destrucción del medio ambiente y el aniquilamiento de otras especies- para impedir que cumplamos con esos propósitos. Las fuerzas que se enfrentan se hacen cada vez más poderosas y los conflictos de toda índole más agudos, intensos y peligrosos. El abismo que se abre entre lo que perseguimos como seres humanos o como instituciones y lo que efectivamente conseguimos se amplía a cada momento. Los sueños suelen llegar a la cima de la plenitud mientras las realidades no superan las primeras etapas.

A medida que avanzamos los abismos son más y más amplios, pero también nuestra experiencia y pericia para superarlos. Aprendemos incluso a impulsarnos cada día a pesar de las dificultades; nos auto entrenamos individual y colectivamente, usamos para ello todos los recursos disponibles, físicos y psicológicos, o por lo menos es lo que creemos.

Pero volvamos al punto inicial: conflictos y crisis. Como no se trata de categorizar para construir definiciones académicas que se puedan incluir en el diccionario, sino de aproximarse a los estados eligiendo un camino acorde con la naturaleza que enseña la vida, un buen inicio podría ser que conflictos y crisis son la misma cosa solo que las segundas están en una dimensión mayor (un abismo más amplio) que hace que los individuos consideren, sientan, intuyan, crean o perciban o sepan que son conflictos que van más allá de sus posibilidades, que se escapan de su control, que no podrán sobreponerse a sus consecuencias, que son situaciones sin solución. En síntesis, que las crisis son conflictos que, objetiva o subjetivamente, se escapan de las manos de quienes están inmersos en ellos.

Esta aproximación merece muchas explicaciones, justamente por la gruesa y espesa capa de subjetividad que contiene. Es un hecho que, como tal como ocurre en los últimos descubrimientos en física cuántica, las circunstancias de tiempo, modo y lugar de los conflictos, sus dimensiones y consecuencias, dependan de las características del observador. Conflictos considerados menores e intrascendentes por algunos pueden llegar a ser verdaderas crisis para otros y viceversa. Las condiciones del observador(es) son únicas como únicos son los individuos, y otro tanto ocurre con los conflictos y las crisis.

No obstante, mantener un análisis totalmente diferenciado entre observador y estado podría conducirnos a la sin salida de la dispersión absoluta según la cual se haría imposible construir herramientas o metodologías para atender un fenómeno para el que no podrían encontrase soluciones distintas a las “evolucionistas”, es decir, a la insondable pericia individual.

Pero, por fortuna no es así. Las crisis muestran una condición específica que varía sustancialmente el análisis: en ellas el observador está frente a un problema que considera insuperable por sus propios medios objetiva o subjetivamente. Su apreciación es catastrófica o está muy cercana a la derrota total. Las condiciones de los individuos que soportan las cargas cambian tanto en la racionalidad del problema y las alternativas de solución, como en la química sanguínea que moldea el campo de las sensaciones. Hasta la salud se ve comprometida y las medidas que pueden adoptarse en ese estado mental y físico no solo pueden ser erradas y profundizar los problemas sino graves en las consecuencias fruto de la fuerte presión que ejercen las fuerzas internas y externas implicadas en los hechos, en las creencias o en las percepciones.


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Economista y Sociólogo, especializado en Derecho Penal para No abogados. Ha dedicado gran parte de su vida al estudio, análisis, comprensión y resolución alternativa de conflictos multidimensionales, mediante la aplicación de diversos modelos de comunicación efectiva

1 comentario en “¿Conflictos versus crísis? (II)”

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